Era Junio de 2012. La cadena francesa France
2 sometía a una consulta popular cuál era el pueblo bonito preferido por los
galos. El sistema consistía en elegir entre una primera preselección de 22
candidatos, todos ellos incluidos en la red de 'Los pueblos más bonitos de Francia'
en un show televisivo en prime time que generó bastante expectación. El ganador
fue Saint-Cirq-Lapopie y ante tal elección solo queda dudar, viajar, patear y
comprobar. Aquí el resultado.
¿ES UN PUEBLO?
¿ES UN PUEBLO?
Ojo que la pregunta
no es tan absurda como podría parecer. Cuando se asocia el turismo con un
pueblo o lugar rural el resultado puede irse de las manos llegando a ser muy
artificial, alterado y "souvenirístico". Pero en Saint-Cirq-Lapopie viven 207 habitantes que, por mucho que se
dediquen al sector turístico, pasan sus días y hacen su vida en las viejas
casas, cultivan sus pequeños huertos y se dan a la artesanía. Sus calles son ratoneras, nerviosas e
incómodas para los coches. Es por ello que son peatonales para todo
extranjero que no sea de aquí. Por lo tanto, la respuesta es un sí como un
piano.
¿CÓMO SE LLEVA CON LA
NATURALEZA?
El nombre de
Saint-Cirq-Lapopie es tan rococó como rocambolesco. La primera parte se
corresponde al santo venerado en el lugar mientras que el 'Lapopie' viene de la montaña sobre la que
está levantado que, según los primeros habitantes del lugar, tenía forma
de seno (que se dice 'lapopa' en
occitano).
Este gigantesco pedrusco se levanta 80 metros por encima del río Lot, en un recodo desde el que se controla el cauce alto de dicha corriente así como su unión con el río Célé. Y su estampa es formidable, como pueblo que milagrosamente se mantiene en lo alto del montículo y en las faldas del mismo, mientras que las montañas del Quercy y el valle del Lot le protegen de todo mal. La respuesta solo podría ser un: "por supuesto, se llevan de lujo". Ver ubicación en google maps
Este gigantesco pedrusco se levanta 80 metros por encima del río Lot, en un recodo desde el que se controla el cauce alto de dicha corriente así como su unión con el río Célé. Y su estampa es formidable, como pueblo que milagrosamente se mantiene en lo alto del montículo y en las faldas del mismo, mientras que las montañas del Quercy y el valle del Lot le protegen de todo mal. La respuesta solo podría ser un: "por supuesto, se llevan de lujo". Ver ubicación en google maps
¿ES MONUMENTAL?
Que nadie llegue
hasta Saint-Cirq-Lapopie esperando un monumento icono ante el que llegar, hacer
la foto y marcharse. El monumento es,
básicamente, todo el conjunto de casitas, casonas y jardines. Sí que es
cierto que en su postal brillan las ruinas de un castillo al que merece la pena
subir solo por las vistas y la presencia imponente de una gran iglesia, con el
nombre del santo y con unas dimensiones con las que parece querer cumplir las
funciones de fortaleza intimidadora.
En su interior, apenas unos restos de frescos románicos sin mucha enjundia. Su punto fuerte es esa arquitectura popular
que asoma en cada callejón, ese difícil pulso que supone mantener todo
lo más inalterado posible mientras se reciben visitantes y esa compleja
sensación de que el tiempo dura más y es menos agresivo. Pues eso, que no le hace falta ser monumental.
¿ES HIPERTURÍSTICO?
No. Ni los precios se disparan ni los japoneses
se apoderan del pueblo llegando en hordas de autobuses. Es cierto que el galardón le supuso un empujoncito,
pero St-Cirq-Lapopie aún respira tranquilidad gracias a su situación, lejos de cualquier autovía y en medio
de un laberinto de carreteras secundarias. Es una para obligatoria del Camino de Santiago que surge en Le
Puy-en-Velay, pero su albergue no suele estar abarrotado. Pero, por si
acaso, está preparado para la colonización de guiris con unos enormes parkings
que lo convierten en un pueblo 100% pedestre.
Y LA GASTRONOMÍA ¿QUÉ
TAL?
En Francia, tal y
como ocurre en España e Italia, es difícil comer mal. Y aquí se logra con una magnífica relación calidad-precio
gracias a las Formules
(el siguiente paso al menú del día) con las que gozar del pato en todas sus
recetas. Luego está el famoso queso Rocamadour y el vino de Cahors,
los dos productos estrellas de la región. Sí, es tradicional, pero de muchísima
calidad y a un precio razonable.
¿ES ARTÍSTICO?
Es complicado evaluar
cuál fue el impacto de André Breton
en Saint-Cirq-Lapopie. Hasta aquí llegó en 1950 movilizado por una corriente
anti guerra fría llamada Ciudadanos del mundo. Se encontraba levantando la
primera Carretera Mundial sin fronteras,
una vía que cruzaba St-Cirq, donde había que poner un mojón. Tras esta primera
visita surgió el flechazo, la compra de una casa y la vida en paz de un hombre
de demasiado mundo.
Y, como sucedía con
todo lo que tocaba Breton, el pueblo se hizo famoso y se convirtió en un imán para artistas. Por entonces, el marchante
de arte Émile-Joseph Rignault ya
se encontraba restaurando una vieja casa a la que invitaría a otros artistas
como Man Ray. Estos dos
factores: la presencia de Breton y las relaciones púlicas de Rignault
revitalizó un pueblo prácticamente abandonado tras las II Guerra Mundial y lo
convirtió en un jardín de influencias,
en un ágora para artistas.
Sin embargo, el legado físico de ambos es de lo más dispar. Mientras que la casa de Rignault es un museo donde se muestra la arquitectura popular de las grandes casas de Lot mezclado con algunos cuadros de su amplia colección, la casa de Breton, la más antigua de todo St-Cirque (data del Siglo XIII) se vende por 800.000 €.
El
efecto llamada de Breton sobrevivió a su generación, atrayendo artistas hasta
nuestros días gracias a la casa Daura.
En un edificio ya de por sí monumento histórico que hoy se ha convertido en una
residencia veraniega para jóvenes artistas.
El nombre lo hereda de su antiguo dueño, Pierre Daura, un
pintor menorquín que vivió aquí en los años 30 y adonde volvía cada verano
hasta su muerte, en 1976. Como anécdota, queda la cara de Breton que Daura
esculpió en uno de los travesaños de madera que sobresalen hasta la calle.
Además de esta residencia, St-Cirq-Lapopie se puede recorrer parando en los talleres de artistas más o menos consagrados que se han
establecido aquí buscando el influjo, la inspiración o simplemente el mito.
La intervención más interesante que el arte contemporáneo ha dejado en las piedras de este lugar se halla en el 'Chemin de Halage' un camino esculpido en la piedra a orillas del Lot donde el artista Daniel Monnier realizó en el año 1990 una serie de bajorrelieves sorprendentes
¿ES JUSTO EL PREMIO?
Por supuesto, porque
no es sólo un pueblo bonito, sino que encima tiene esos argumentos artísticos que aportan color a la ruta por sus calles.
Por lo tanto, si nos hubieran preguntado habrían tenido un voto más.
*Como último dato, simplemente apuntar que el
pueblo preferido en la segunda edición de estos premios resultó ser Eguisheim,
en la Alsacia.
Para saber más sobre este fantástico
lugar no os perdáis su página web en castellano, donde podéis ver videos. http://www.saint-cirqlapopie.es/
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